jueves, 26 de abril de 2007

308

 
Un loco que escribe no es jamás completamente loco; es un falsificador: ningún elogio de la locura es posible.

 

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307

 
Mi mirada es implacable, como la de un muerto; no me divierte ningún teatro, así sea risible, no acepto ningún guiño; estoy cerrado a todo “tráfico asociativo”.

 

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306

 
¿Qué relación puedo tener con un poder si no soy ni su esclavo, ni su cómplice, ni su testigo?

 

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305

 
El mundo está completo, la plenitud es su sistema, y, como una última ofensa, ese sistema se presenta como una “naturaleza” con la que debo mantener buenas relaciones.

 

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304

 
¿No es eso el lenguaje: un estado de exhibición?

 

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303

 
Toda conversación general en la que estoy obligado a asistir (si no a participar) me desuella, me deja aterido. Me parece que el lenguaje de los otros, del que estoy excluido, esos otros lo sobremplean irrisoriamente: afirman, contestan, presumen, alardean.

 

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302

 
¿Cómo rechazar un demonio (viejo problema)? Los demonios, sobre todo si son de lenguaje (¿y de qué otra cosa serían?), se combaten con el lenguaje. Puedo pues esperar exorcizar (por mí mismo) la palabra demoníaca que se me sugiere sustituyéndola (si tengo el talento del lenguaje) por otra palabra, más apacible (me encamino a la eufemia).

 

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domingo, 22 de abril de 2007

301

 
Cuando se rechaza a un demonio, cuando por fin le impongo silencio (por azar o por lucha), hay otro que levanta la cabeza a la vera y se pone a hablar.

 

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300

 
No puedo pues darte lo que he creído escribir para ti.

 

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299

 
No hay ninguna benevolencia en la escritura sino más bien un terror: sofoca al otro, que, lejos de percibir en ella la donación, lee una afirmación de dominio, de poder, de goce, de soledad.

 

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298

 
La escritura es seca, obtusa; es una especie de apisonadora; sigue su curso, indiferente, sin delicadeza.

 

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297

 
El canto es el suplemento precioso de un mensaje vacío, enteramente contenido en su intención, puesto que lo que regalo cantando es a la vez mi cuerpo (a través de mi voz) y el mutismo con que lo golpeas. (El amor es mudo, dice Novalis; sólo la poesía lo hace hablar.) El canto no quiere decir nada: por eso entenderás finalmente lo que te doy; tan inútil como la hebra de lana, el guijarro, que el niño tiende a su madre.

 

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296

 
El lenguaje goza tocándose a sí mismo.

 

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295

 
El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras.

 

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sábado, 21 de abril de 2007

294

 
Soy parecido a esos chiquillos que desmontan un despertador para saber qué es el tiempo.

 

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293

 
El incidente es fútil (es siempre fútil) pero va a atraer hacia sí todo mi lenguaje. Lo transformo enseguida en acontecimiento importante, pensado por algo que se parece al destino. Es una capa que cae sobre mí arrastrándolo todo. Circunstancias innumerables y tenues tejen así el velo negro de la Maya, el tapiz de las ilusiones, de los sentidos, de las palabras. Me pongo a clasificar lo que me ocurre. El incidente, ahora, se hará notar, como el guisante bajo los veinte colchones de la princesa.

 

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292

 
¿Comprender no es escindir la imagen, deshacer el yo, órgano soberbio de la ignorancia?

 

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291

 
Excluido de la lógica (que supone lenguajes exteriores unos a otros), no puedo pretender pensar bien.

 

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290

 
Separémonos pues un poco, hagamos el aprendizaje desde cierta distancia.

 

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289

 
Perpetuos monólogos a propósito de un ser amado, que no son ni rectificados ni alimentados por el ser amado, desembocan en ideas erróneas sobre las relaciones mutuas, y nos vuelven extraños uno al otro cuando nos encontramos de nuevo y hallamos cosas diferentes a las que, sin asegurarnos de ello, habíamos imaginado. (Del joven Freud a su novia)

 

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288

 
¿Qué quiere decir “pensar en alguien”? Quiere decir: olvidarlo (sin olvido no hay vida posible) y despertar a menudo de ese olvido.

 

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domingo, 15 de abril de 2007

287

 
Un momento muy breve, digamos, separa el tiempo en que el niño cree todavía a su madre ausente y aquél en que la cree ya muerta. Manipular la ausencia es aplazar este momento, retardar tanto tiempo como sea posible el instante en que el otro podría caer descarnadamente de la ausencia a la muerte.

 

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286

 
El lenguaje nace de la ausencia: el niño se agencia un carrete de hilo, lo lanza y lo recupera, imitando la partida y el regreso de la madre: se crea así un paradigma.

 

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285

 
Sé entonces lo que es el presente, ese tiempo difícil: un mero fragmento de angustia.

 

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284

 
Siendo niño, no olvidaba: jornadas interminables, jornadas abandonadas, en que la Madre trabajaba lejos; yo iba, al atardecer, a esperar su regreso a la parada del autobús; muchas veces pasaban los autobuses uno tras otro y ella no aparecía en ninguno.

 

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283

 
Soy irregularmente infiel. Es la condición de mi supervivencia; si no olvidara, moriría. El enamorado que no olvida a veces, muere por exceso, fatiga y tensión de memorias.

 

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282

 
Si se soporta bien esta ausencia, no es más que el olvido.

 

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281

 
Actúo como un sujeto bien destetado; sé alimentarme, mientras espero, de otras cosas que no vienen del seno materno.

 

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sábado, 14 de abril de 2007

280

 
En todo hombre que dice la ausencia del otro, lo femenino se declara: este hombre que espera y que sufre, está milagrosamente feminizado. Un hombre no está feminizado porque sea invertido, sino por estar enamorado. (Mito y utopía: el origen ha pertenecido, el porvenir pertenecerá a los sujetos en quienes existe lo femenino.)

 

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279

 
Es la Mujer quien da forma a la ausencia, quien elabora su ficción, puesto que tiene el tiempo para ello; teje y canta; las Hilanderas, los Cantos de tejedoras dicen a la vez la inmovilidad (por el ronroneo del torno de hilar) y la ausencia (a lo lejos, ritmos de viaje, marejadas, cabalgatas).

 

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278

 
Históricamente, el discurso de la ausencia lo pronuncia la Mujer: la Mujer es sedentaria, el Hombre es cazador, viajero; la Mujer es fiel (espera), el Hombre es rondador (navega, rúa).

 

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277

 
Intuyo que el verdadero lugar de la originalidad no es ni el otro ni yo, sino nuestra propia relación.

 

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276

 
Me tranquilizo al desear lo que, estando ausente, no puede ya herirme.

 

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275

 
La angustia crece; observo su progresión, como Sócrates mientras conversaba (o yo mientras leía) sentía elevarse el frío de la cicuta: la escucho nombrarse, elevarse, como una figura inexorable, sobre el fondo de las cosas que están ahí.

 

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274

 
El discurso amoroso, por lo general, es una envoltura lisa que se ciñe a la Imagen, un guante muy suave en torno del ser amado.

 

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jueves, 12 de abril de 2007

273

 
Del mismo modo que la palabra propia es una amenaza en manos del otro, la palabra del otro camina por sus labios con la pose del pirata. La letra es un territorio copado por los terratenientes; los verdaderos dueños lo han abandonado hace rato, horrorizados frente a sus propias visiones. Lo que nombra queda anclado en el ayer, como si morir nada tuviera que pactar con la memoria.

 

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272

 
La palabra está hecha de una sustancia química tenue que opera las más violentas alteraciones: el otro, mantenido largo tiempo en el capullo de mi propio discurso, da a entender, por una palabra que se le escapa, los lenguajes a los que puede recurrir y que por consecuencia otros le prestan.

 

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271

 
Muy a menudo es por el lenguaje que el otro se altera; dice una palabra diferente, y escucho zumbar de un modo amenazante todo otro mundo, que es el mundo del otro.

 

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270

 
Lo que afirmé una primera vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo, puesto que entonces lo que yo afirmo es la afirmación, no su contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición.

 

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269

 
Nacido de la literatura, no pudiendo hablar sino con la ayuda de esos códigos usados, estoy no obstante solo con mi fuerza, consagrado a mi propia filosofía.

 

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268

 
Hago discretamente cosas locas; soy el único testigo de mi locura.

 

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267

 
¿Por qué durar es mejor que arder?

 

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domingo, 8 de abril de 2007

266

 
Estoy exento de toda finalidad, vivo de acuerdo con el azar (lo prueba que las figuras de mi discurso me vienen como golpes de dados).

 

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265

 
Esta testarudez es la protesta del amor: bajo el coro de las "buenas razones", para amar de otro modo, para amar mejor, para amar sin estar enamorado, etc., se hace oír una voz terca que dura un poco más de tiempo: la voz de lo Intratable amoroso.

 

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264

 
Habiendo alcanzado el fin del lenguaje, allí donde éste no puede sino repetir su última palabra, a la manera de un disco rayado, me embriago con su afirmación: ¿la tautología no es este estado inaudito en que se reencuentran, mezclados todos los valores, el final glorioso de la operación lógica, lo obsceno de la necedad y la explosión del nietzscheano?

 

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263

 
De palabra en palabra, me canso de decir de otro modo lo que es propio de mi Imagen, impropiamente lo propio de mi deseo: viaje al término del cual mi última filosofía no puede sino ser la de reconocer —y la de practicar— la tautología.

 

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262

 
Cuanto más experimento la especificidad de mi deseo menos la puedo nombrar; a la precisión del enfoque corresponde un temblor del nombre; la propiedad del deseo no puede producir sino una impropiedad del enunciado.

 

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261

 
Han sido necesarias muchas casualidades, muchas coincidencias sorprendentes (y a la vez muchas búsquedas), para que encuentre la Imagen que, entre mil, conviene a mi deseo.

 

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260

 
Imagina que el otro quiere ser amado, como él mismo querría serlo, no por tal o cual de sus cualidades, sino por todo, y ese todo se lo concede bajo la forma de una palabra vacía, puesto que Todo no podría inventariarse sin disminuirse.

 

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viernes, 6 de abril de 2007

259

 
La saciedad existe, y no me daré tregua hasta hacer que se repita.

 

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258

 
El enamorado podría definirse como un niño que se tensa.

 

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257

 
En este incesto prorrogado, todo está entonces suspendido: el tiempo, la ley, la prohibición; nada se agota, nada se quiere: todos los deseos son abolidos, porque parecen definitivamente colmados.

 

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256

 
Fuera del acoplamiento (¡al diablo, entonces, lo imaginario!), hay ese otro abrazo que es un enlazamiento inmóvil: estamos encantados, hechizados: estamos en el sueño, sin dormir; estamos en la voluptuosidad infantil del adormecimiento: es el momento de las historias contadas, el momento de la voz, que viene a fijarme, a dejarme atónito, es el retorno a la madre.

 

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255

 
Me instalo fugitivamente en un pensamiento falso de la muerte (falso como una clave falsificada): pienso la muerte al lado: la pienso según una lógica impensada, derivo fuera de la pareja fatal que une la muerte y la vida oponiéndolas.

 

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Próximos recortes

 
Hasta nuevo aviso, lo que se envíe a partir de ahora habrá sido recortado, según la interpretación al español de Eduardo Molina, de Fragmentos de un discurso amoroso (Fragments d'un discours amoureux)

 

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254

 
La Totalidad, a la vez, hace reír y da miedo: como la violencia, ¿no será siempre grotesca (y sólo recuperable dentro de una estética del Carnaval)?

 

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253

 
Nombrar es aplacar.

 

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jueves, 5 de abril de 2007

252

 
Lo que escuchaba, lo que no podía dejar de escuchar, estuviese donde estuviere, era la sordera de los otros ante su propio lenguaje: él los oía no oírse a sí mismos. Pero ¿y él? ¿Oía acaso alguna vez su propia sordera? Luchaba por oírse, pero sólo producía con este esfuerzo otra escena sonora, otra ficción. De allí el paso de confiarse a la escritura: ¿no es ella ese lenguaje que ha renunciado a producir la última réplica, que vive y se desahoga al ponerse en manos del otro para que él lo oiga?

 

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251

 
Hablar de sí diciendo “él” puede querer decir: hablo de mí como un poco muerto.

 

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250

 
Cuando no se tiene a la disposición ninguna lengua conocida, hay que resolverse al fin y al cabo a robar un lenguaje —como antes se robaba un pan—. (Todos los que están —son legión— fuera del Poder, se ven obligados al robo de lenguaje.)

 

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249

 
Se diría que a menudo ve la socialidad de una manera simplista: como un inmenso y perpetuo frotamiento de lenguajes (discursos, ficciones, imaginarios, razones, sistemas, ciencias) y de deseos (pulsiones, heridas, resentimientos). ¿Qué le pasa entonces a lo “real” en esta filosofía? No se le niega (hasta se le invoca a menudo a título progresista), sino que se le remite, en suma, a una suerte de “técnica”, de racionalidad empírica, un objeto de “recetas”, “remedios”, “desenlaces” (si se actúa así, se produce esto; para evitar aquello, hagamos razonablemente esto; esperemos, dejemos que la cosa se transforme). Filosofía de digresión máxima: delirante cuando se trata del lenguaje, empírica (y “progresista”) cuando se trata de lo “real”.

 

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248

 
Yo podría quedarme con este libro durante mucho tiempo, cambiando poco a poco cada fragmento.

 

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247

 
En toda lengua los signos regresan.

 

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246

 
Escribo esto días tras día; va cuajando: el calamar produce su tinta: ato mi imaginario (para defenderme y ofrecerme a la vez).

 

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martes, 3 de abril de 2007

245

 
Escribo esto días tras día; va cuajando: el calamar produce su tinta: ato mi imaginario (para defenderme y ofrecerme a la vez).

 

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244

 
Se perfila entonces una visión: la de lenguajes infinitamente escalonados, paréntesis nunca cerrados: visión utópica ya que supone un lector móvil, plural, que pone y quita comillas con presteza: que se pone a escribir conmigo.

 

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243

 
El lenguaje es impotente para cerrar al lenguaje.

 

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242

 
Que el saber sea mantenido en su lugar como un complemento de escritura.

 

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241

 
Ante los pedazos del mundo, no tengo otro desecho que el de la preferencia.

 

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240

 
Todo enunciado de escritor (aun de los más huraños) comporta un operador secreto, una palabra inexpresada, algo como un morfema silencioso de una categoría tan primitiva como la negación o la interrogación, cuyo sentido sería: “¡y que se sepa esto!”. Este mensaje signa las frases de cualquiera que escriba; hay en cada una de ellas un ruido, un aire, una tensión muscular, laríngea, que recuerda los tres golpes que se dan antes de una función de teatro o el gong de las películas Rank. Hasta Artaud, el dios heteróclito, dice de lo escribe: ¡que se sepa!

 

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239

 
La palabra de los otros, elogiosa o no, está marcada en su origen por la resonancia que pueda llegar a tener.

 

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