jueves, 5 de abril de 2007

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Se diría que a menudo ve la socialidad de una manera simplista: como un inmenso y perpetuo frotamiento de lenguajes (discursos, ficciones, imaginarios, razones, sistemas, ciencias) y de deseos (pulsiones, heridas, resentimientos). ¿Qué le pasa entonces a lo “real” en esta filosofía? No se le niega (hasta se le invoca a menudo a título progresista), sino que se le remite, en suma, a una suerte de “técnica”, de racionalidad empírica, un objeto de “recetas”, “remedios”, “desenlaces” (si se actúa así, se produce esto; para evitar aquello, hagamos razonablemente esto; esperemos, dejemos que la cosa se transforme). Filosofía de digresión máxima: delirante cuando se trata del lenguaje, empírica (y “progresista”) cuando se trata de lo “real”.

 

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