jueves, 12 de abril de 2007

273

 
Del mismo modo que la palabra propia es una amenaza en manos del otro, la palabra del otro camina por sus labios con la pose del pirata. La letra es un territorio copado por los terratenientes; los verdaderos dueños lo han abandonado hace rato, horrorizados frente a sus propias visiones. Lo que nombra queda anclado en el ayer, como si morir nada tuviera que pactar con la memoria.

 

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