viernes, 12 de enero de 2007

024

 
Hay pues en toda escritura presente una doble postulación: 
está el movimiento de una ruptura y el de un advenimiento, 
está el dibujo de toda situación revolucionaria cuya 
ambigüedad fundamental es la necesidad para la Revolución 
de hurgar la imagen misma de lo que quiere poseer en lo 
que quiere destruir. Como todo el arte moderno, la escritura 
literaria es a la vez portadora de la alienación de la Historia 
y del sueño de la Historia: como Necesidad, testimonia el 
desgarramiento de los lenguajes, inseparable del 
desgarramiento de las clases: como Libertad, es la conciencia 
de ese desgarramiento y el esfuerzo que quiere superarlo. 
Sintiéndose sin cesar culpable de su propia soledad, es una 
imaginación ávida de una felicidad de las palabras, se 
apresura hacia un lenguaje soñado cuyo frescor, en una 
especie de anticipación ideal, configuraría la perfección de 
un nuevo mundo adámico donde el lenguaje ya no estaría 
alienado. La multiplicidad de las escrituras instituye una 
Literatura nueva en la medida en que inventa su lenguaje 
sólo para ser proyecto: la Literatura deviene la Utopía 
del lenguaje.

 

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