sábado, 20 de enero de 2007

063

 
Decir el tiempo que hace fue una comunicación plena, la información necesaria para la práctica del campesino para quien la cosecha depende del tiempo, pero en la relación ciudadana, el tema está vacío, y ese vacío es el sentido mismo de la interlocución: se habla del tiempo para no decir nada, para decirle al otro que se le habla, para no decirle sino esto: yo os hablo, usted existe para mí, yo quiero existir para usted (también es una actitud falsamente superior burlarse del tiempo que hace); pero por vacío que sea el "tema", el tiempo reenvía a una existencia compleja del mundo (de lo que es) donde se mezclan el lugar, el decorado, la luz, la temperatura, la cenestesia, y que es ese modo fundamental según el cual mi cuerpo está allí y se siente existir (sin hablar de las connotaciones alegres o tristes del tiempo según favorezca o no mis proyectos del día.

 

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