sábado, 20 de enero de 2007

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Entonces no pasa nada. No obstante es necesario decir esa nada. ¿Cómo decir: nada? Nos encontramos delante de una gran paradoja de escritura: nada sólo puede decirse nada; nada es tal vez el único vocablo de la lengua que no admite ninguna perífrasis, ninguna metáfora, ningún sinónimo, ningún sustituto, pues decir nada por su solo puro y detonante (la palabra nada) es al instante llenar la nada, desmentirla: como Orfeo que pierde a Eurídice volviéndose hacia ella, nada pierde un poco de su sentido cada vez que se la enuncia (que se la de-nuncia). Por lo tanto es necesario trampear. La nada sólo puede ser asida por el discurso oblicuamente, al sesgo, mediante una especie de alusión deceptiva.

 

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