En la transferencia, se espera siempre —en lo del médico, el profesor, el analista. Más aún: si espero frente a la ventanilla de un banco, en la partida de un avión, establezco enseguida un vínculo agresivo con el empleado, con la azafata, cuya indiferencia descubre e irrita mi sujeción; de modo que se puede decir que, en dondequiera que haya espera, hay transferencia: dependo de una presencia que se divide y pone tiempo a su darse; como si se tratase de hacer caer mi deseo, de agotar mi necesidad. Hacer esperar: prerrogativa constante de todo poder, “pasatiempo milenario de la humanidad.”
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sábado, 19 de mayo de 2007
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