Quiero un goce sonoro inmediato y rehúyo el fastidio del entrenamiento, pues el entrenamiento impide el goce aunque en aras, es verdad, según dicen, de un goce ulterior mayor se le dice al pianista (como los dioses a Orfeo): no se vuelva prematuramente hacia los efectos de su interpretación. La pieza, en la perfección sonora que imaginamos sin alcanzarla jamás realmente, actúa entonces como un fantasma: me someto alegremente a la orden del fantasma: "¡Inmediatamente!" aun a costa de una pérdida considerable de realidad.
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jueves, 22 de febrero de 2007
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