martes, 9 de enero de 2007

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Ese lenguaje especial cuyo uso da al escritor una 
función gloriosa pero vigilada, manifiesta una 
especie de servilismo invisible en los primeros 
pasos, que es propia de toda responsabilidad: la 
escritura, libre de sus comienzos, es finalmente el 
lazo que encadena el escritor a una Historia también 
encadenada: la sociedad lo marca con los signos 
claros del arte, con el objeto de arrastrarlo con más 
seguridad en su propia alienación.

 

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